lunes, 15 de noviembre de 2010

A propósito de San Alberto Magno, un 15 de noviembre


Hoy es San Alberto Magno, y más allá de las felicitaciones que uno recibe en estos casos, sí debo confesar que este nombre me gusta...y no porque su fonética sea más o menos agradecida, que eso siempre es muy relativo...sino por lo que éste fraile dominico, nacido en 1193 en Baviera, ha supuesto en el mundo del pensamiento occidental.
Lo que más atrae de Alberto Magno fue su actitud precursora del saber y proceder científico, y todo ello desde la lógica cristiana, lo que para esa época del siglo XIII no dejaba de ser una arriesgada aventura. De hecho, tradujo, comentó y clasificó textos antiguos, especialmente de Aristóteles, a los que añadía sus propios comentarios y experimentos.
Aunque Alberto Magno no veía los experimentos como lo verían luego los fundadores de la ciencia moderna, en su opinión la experimentación científica consistía en observar, describir y clasificar los hechos de la naturaleza.
Fue maestro de Tomás de Aquino, y con él ambos representaron la corriente conocida como la de los filósofos escolásticos. Éstos escolásticos pusieron en circulación la dialéctica resultante entre la nueva razón y la fé, entre el conocimiento humano del mundo natural y las doctrinas heredadas de revelación divina.
El obispo, filósofo, científico y luego santo Alberto Magno (al igual que después Tomás de Aquino) era un ferviente devoto de la teología bíblica, pero también estuvo interesado por los misterios del mundo físico, y por ello simpatizó con la importancia que Aristóteles daba a la naturaleza, el cuerpo y el intelecto humano.
Este hombre, erudito de la edad dorada del escolasticismo, no podía saber cuales iban a ser los resultados de su indagación intelectual para comprender todo lo que existía. Lo cierto es que a partir de Alberto Magno y Tomás de Aquino, en las universidades de la Edad Media se comenzó a intentar compaginar las, hasta ese momento, tendencias divergentes, como lo griego y lo cristiano, la razón y la fé, la naturaleza y el espíritu, y es por todo ello que se podría afirmar que con ellos se comenzó a preparar la muy posterior revolución científica.
Alberto fue el primer pensador medieval que supo distinguir con toda claridad entre conocimiento derivado de la teología y conocimiento derivado de la ciencia. El teólogo sabe de cuestiones de fé, pero en cuestiones mundanas sabe más el científico.
Alberto Magno reafirmó el valor independiente del saber secular, y la necesidad de percepciones sensoriales y observaciones empíricas sobre las cuales fundamentar el conocimiento del mundo natural.
Quién le iba a decir a este hombre (y a Tomás y los posteriores discípulos escolásticos y tomistas), que siglos después, cuando llegase la Reforma y el Renacimiento, la jerarquía de la iglesia intentaría (y lo logró en ocasiones) enviar a la hoguera a científicos que pretendían pensar, demostrar y enseñar los secretos del mundo natural, y que por ello fueron acusados de herejía...Galileo, Miguel Servet, Darwin, Giordano Bruno, etc...y tantos otros...Y viendo lo que se ve actualmente entre los cargos de la iglesia actual, su jerarquía, su curia, y el papel que están representando en el mundo del siglo XXI... ¿no es para reflexionar?...
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