jueves, 22 de diciembre de 2011

Rajoy fomentará el empleo...policial

    Una vez cumplimentados los protocolos y requisitos de la toma de posesión de los nuevos ministros del gabinete Rajoy, o sea, eso tan constitucional de jurar ante el suegro de Urdangarin, sobre la biblia y el crucifijo por ejemplo, hay muchas cosas que nos llaman la atención...pero alguna de ellas no desprovista de grandes dosis de originalidad. Es por esto por lo que transcribimos casi íntegro este artículo de un profesor al que no conocemos, aún, y que nos ofrece una visión pasoliniana de nuestro futuro "en las calles"...
    El cineasta italiano Pier Paolo Pasolini, preguntado por el mayo del 68, dijo que él no simpatizaba con los manifestantes que buscaban playas debajo de los adoquines, que eran unos (son mis palabras) burguesitos, hijos de papá. Expresó su apoyo a la policía que los reprimía, ya que eran "los hijos de la clase trabajadora".
    Pasolini, prescindiendo de sus filias policiales o fobias estudiantiles, no se equivocaba. Los hijos de trabajadores, sobretodo no cualificados, que cursaban estudios universitarios, en los años 60 eran una gran minoría. Sin embargo la tropa policial, no hablo de los mandos, seguro que se componía en un 99% (al menos) de hijos de trabajadores y campesinos pobres. Actualmente a la Universidad, aún siendo minoritarios, accede una mayor cantidad de hijos de trabajadores. Sin embargo estoy convencido de que las llamadas "fuerzas del orden" siguen componiéndose en un 99% de hijos de trabajadores y campesinos de extracción humilde. Esas palabras de Pasolini se podrían haber aplicado a las revueltas en la Universidad española, tanto en la del 56, donde algunos sus dirigentes, militantes del PCE en su mayoría, eran hijos de los vencedores de la Guerra Civil, como en las ocurridas en los años 60 y 70. Los universitarios, la mayoría hijos de los diversos sectores de la burguesía, luchaban contra la dictadura fascista que oprimía a la clase obrera y "los grises", (nombre por el que se conocía a los antidisturbios en aquella época debido al color de su uniforme, lo digo por si lee este texto alguien muy joven) hijos, como bien decía Pasolini, de la clase trabajadora, los reprimían defendiendo al régimen que oprimía a los de su propia clase.
      Pero claro, estos policías o guardias civiles "hijos de la clase obrera" también actuaban, y siguen actuando, contra las huelgas y luchas de los trabajadores. O sea, se enfrentan a los de su propia clase y se desclasan, se convierten, lo quieran o no, en el ariete de combate contra las movilizaciones populares, sea por lograr derechos, o bien, como ocurre en la fase actual, por no perderlos.
   Comento todo esto porque muchos jóvenes de familia humilde, que sólo tienen el graduado en ESO, están, dentro de lo mal que se presenta la situación para la juventud en general, de "enhorabuena". Lo anunció don Mariano Rajoy en la sesión de investidura del día 19: el empleo estatal disminuirá por la vía de no reponer las jubilaciones o no renovar contratos cuando finiquiten. O sea, si un joven ha acabado estudios de un ciclo superior o universitarios, tiene muy complicado, casi imposible acceder a un empleo público. Bueno no, tiene la opción, al igual que la persona que sólo ha cursado la ESO, de presentarse a las únicas oposiciones que no se congelarán: las que permiten el acceso a las fuerzas de seguridad. Don Mariano no especificó si se convocarán oposiciones de reposición o de aumento. Imagino que dependerá, insisto, es un suponer, de la contestación social que pueda prever que tengan sus aún desconocidas, en el detalle, medidas de recorte.
    Soy profesor y empecé en la enseñanza en 1989, y desde 1992 he trabajado en un instituto de una zona obrera. Muchos de mis alumnos, a lo largo de estos años, me han dicho que querían, después de sacarse el titulo de la ESO, ser o policías o soldados profesionales. Ese deseo, con la crisis y falta de perspectivas, sin duda se reforzará. Quizás dentro de unos meses o unos años, cuando me manifieste, si la cosa se pone, al contrario que el empleo público congelado, caliente, el policía que corra detrás de mí (soy un iluso, no tendría que correr, tengo 52 años) será un ex alumno mío, un chico díscolo, de familia humilde y problemática. Imagino que no me reconocerá, ni recordará a aquel profesor que quería introducir en su cerebro preguntas, que le hablaba sobre la justicia social, sobre la necesidad de "eliminar la riqueza obscena y la pobreza lacerante". Será, simplemente,  un "hijo de la clase trabajadora", en términos pasolinianos, que estará velando porque nuestro regreso al siglo XIX o a la servidumbre sea lo más "ordenado" posible.
   
    Será, pues, y esto lo aportamos desde nuestra propia cosecha de bereberturix, como una versión ibérica del "soldadito boliviano" de Nicolás Gullén, ¿no?. Ya lo veremos....
                                                 (Fuente.- Texto de Jose Juan Hernández)

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Vicente Navarro....¿Demasiados funcionarios?

      Existe una visión bastante generalizada en los foros conservadores y liberales (y también en algunos foros de izquierdas) de que el sector público en España está sobredimensionado. Es decir, se considera que la Administración Pública es demasiado grande, percepción que se ha incrementado a raíz del aumento del gasto público invertido (por parte de las CCAA y de los municipios) en crear ocupación en los servicios públicos como parte de la respuesta del Estado español a la crisis actual. Así, en los últimos días, han aparecido dos artículos, uno en El País, en la edición de Cataluña (titulado “Funcionarios”, 17-06-09), y otro en El Periódico (titulado “La cifra de funcionarios se acerca a la de empresarios”, 15-06-09), que señalaban la alarma de que el número de lo que tales artículos definen como funcionarios es casi idéntico al número de empresarios y autónomos en España. Estos artículos son representativos de una percepción bastante generalizada que requiere una corrección.

      Tales tesis, y la evidencia que utilizan para apoyarlas, son erróneas. En primer lugar, lo que se define en aquellos artículos como funcionarios no lo son. Las cifras que tales artículos citan corresponden al número de personas que trabajan en los servicios públicos (tanto del Gobierno central y autonómico como del municipal), incluyendo los servicios públicos del Estado del bienestar (tales como sanidad, educación, servicios sociales, escuelas de infancia, servicios domiciliarios, vivienda social) y los servicios generales (como correos, transportes públicos y servicios de seguridad, entre otros). Estos empleados tienen varios tipos de contratos, siendo el funcionarial la minoría (un 28%). Es lógico que el número de personas que trabajan en el sector público sea mayor que el número de empresarios y autónomos. Ello ocurre en todos los países de la UE-15 (el grupo de países que tiene semejante nivel de desarrollo al nuestro). En realidad, España es el país europeo donde esta relación empresarios y autónomos versus empleados del sector público favorece más al primer grupo.
 
    Así, mientras que en España (2008) el porcentaje de personas adultas que son empresarios y autónomos es mayor (10,64%) que el promedio de la UE-15 (9,78%), el porcentaje de personas adultas que trabajan para el sector público es sólo el 9%, uno de los más bajos de la UE-15 (cuyo promedio es el 16%). En los países escandinavos es el 26% para Dinamarca, el 22% para Suecia y el 19% para Finlandia, estando estos entre los países cuya economía es más eficiente y emprendedora en la OCDE, tal como señala el último informe sobre competitividad y eficiencia económica de esa organización, publicado por el prestigioso Economic Policy Institute de Washington. Una situación semejante ocurre, por cierto, en Cataluña, donde el número de empleados en el sector público es incluso menor. En contra de lo que dicen aquellos artículos, el problema que tenemos en España es el opuesto al que tales reportajes denuncian: el sector público está subdesarrollado en lugar de sobredimensionado.

     La mayor causa del subdesarrollo del sector público es la falta de ingresos al Estado, consecuencia de la limitada carga fiscal, una de las más bajas de la UE. Es sorprendente que ello sea motivo de orgullo por parte de dirigentes del Gobierno socialista español. Una de las causas de esta subfinanciación del Estado español (sea central, autonómica o municipal) es el enorme fraude fiscal que, según los propios técnicos haciendistas de la Agencia Tributaria del Ministerio de Economía y Hacienda del Gobierno español, alcanza la cifra de 88.617 millones de euros, fraude realizado a la Agencia Tributaria del Estado español (58.676 millones) y a la Seguridad Social (29.941 millones).
     
     Para hacernos una idea de lo que estas cifras significan, tenemos que saber que España se gasta 58.000 millones de euros menos de lo que debiera gastarse en su Estado del bienestar, para alcanzar la cifra del gasto público social per cápita que nos merecemos por el nivel de desarrollo económico que tenemos. La mayoría de este fraude procede del mundo empresarial y financiero; según las declaraciones de la renta, los empresarios en España ingresan unos 6.000 euros menos que los asalariados. Ningún otro país de la UE se encuentra en esta situación. Por cierto, el Estado español es el que se gasta menos de la UE-15, el 0,06% del PIB, en recoger impuestos (tax collection), cinco veces menos que Suecia (0,32%).

    Esta actitud está dañando la calidad de vida de las clases populares de España y de sus CCAA. Estas últimas tienen la responsabilidad de gestionar sus estados del bienestar con unos fondos que son claramente insuficientes. La cifra que el Estado ha citado para cubrir sus déficits (9.000 millones de euros) es, a todas luces, insuficiente. Mientras, continúa la filosofía de no aumentar los impuestos (excepto en tabaco e hidrocarburos). Esta situación, si continúa, es potencialmente inestable políticamente. Es bien conocida la situación de que, a mayor desigualdad, mayor criminalidad y mayor descohesión social. España, que es después de EEUU el país con mayores desigualdades de renta en la OCDE, es también el que se gasta más en policía y seguridad, siendo, después de EEUU, el país que tiene un porcentaje mayor de tal gasto (2,1% del PIB y EEUU 2,2%). En contraste, Noruega con un 0,9%; Suecia con un 1,3%; y Dinamarca con un 0,9%, son los países que tienen menos gasto en policía y seguridad, y tienen menos
desigualdades.

    España debiera corregir las excesivas desigualdades sociales mediante políticas fiscales progresivas, con incremento notable de su Estado del bienestar, escasamente desarrollado. Esto implicaría una mayor carga fiscal sobre los sectores más pudientes de la población, con corrección del enorme fraude fiscal, incrementándose así la protección social, que permitiría una reducción de la excesiva protección policial.    
    No hay duda de que España requiere una reforma de la Administración Pública, pero no en el sentido de reducir el excesivamente bajo empleo en su sector público.

            (Fuente.- Vicenç Navarro. Catedrático de Políticas Públicas de la Universidad Pompeu Fabra y director del               Observatorio Social de España)

Nota del editor (blogger)

Debo comunicaros que, por razones de seguridad, mi dirección de correo electrónico se ha modificado.
Os ruego anoteis la actual, que es:   albeeth@gmail.com
Gracias.
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lunes, 5 de diciembre de 2011

¡¡ Ojo, con los atajos!!

       Alguien ha definido la actual situación de crisis como un golpe de estado de los poderes financieros conformados por las clases dominantes, contra los Estados como figuras soberanas y colectivos sometidos a derecho y dueños de su propia organización democrática. Y no parece que esa percepción sea tan ajena a los ojos de todos nosotros, observadores y víctimas de la situación.
 
   La corrupción política parece estar lustrando y acompañando este proceso de descomposición del estado de bienestar de los estados occidentales, europeos al menos, y como quiera que el poder y la capacidad de decisión se ha deslizado desde la voluntad y el ámbito político al propiamente financiero especulativo, los pueblos se revuelven irritados en sus territorios a todo lo largo y ancho de nuestra vieja Europa.
 
   Parece que muy lejos quedaron ya no sólo los tiempos del derrumbe de los absolutismos y los años de la Ilustración, ó los de la caída de los viejos imperios europeos previos a la primera Gran Guerra, ó los de la configuración europea a partir de la segunda Guerra Mundial, sino también se nos antojan lejanos los tiempos del interés que subyacía tras el trabajo y esfuerzo que concitaron a los gobiernos para convenir el propio Tratado de Roma. 
 
   Hoy tenemos la sospecha, muy próxima a la certeza, de que todo eso se ha ido al garete, y de que el escenario en el que nos desenvolvemos es otro en el que se secuestra la voluntad popular, y en el que nos niegan la capacidad de decisión de los gobiernos elegidos democráticamente por todos nosotros. Si a los griegos, italianos, portugueses, irlandeses y españoles les preguntamos cómo entienden ellos que se han producido estas situaciones que nos mantienen en vilo, y que nos arrinconan hacia la pérdida de los derechos adquiridos hace casi 50 años, ninguno de ellos dirá que el panorama ha dependido de los gobernantes elegidos, sino de los mercados, como si éstos fuesen unos aliens, o sea, unos extraterrestres mutantes que nos han llegado desde el espacio sideral y nos acogotan sin reconocerles una mínima triptonita que nos aporte esperanzas... La sensación es de que “nadie ha podido hacer nada para evitar esto”, y de que nuestro destino está en el cuadro de mandos de una nave extraña a la que sólo tienen acceso las agencias de calificación, los grandes bancos, el parqué bursátil, etc...bueno, y también Barroso, Merckel y Sarkozi...
 
   La convicción de que esta crisis es la gran crisis del capitalismo liberal, del capitalismo movido por unos intereses especulativos a los que nuestros gobernantes no pueden modificar en sus decisiones, es una convicción que aterra y paraliza a la población, y que sin embargo no impide que surjan movimientos de indignados que reúnen no pocas simpatías desde ese matacán de esceptismo con el que folklóricamente les contemplan la mayoría de la sociedad, y que se están constituyendo en fenómenos diversos y ya en vías de universalizarse.
  Es esa probable y a la vez deseable "extensión de los movimientos ciudadanos" en pos de una nueva forma de gobernarnos que estamos contemplando en Grecia, Inglaterra, Portugal, Italia, Francia, España, etc...como el 15M y otros similares, la que corre el peligro, a nuestro entender, de ser contaminada y quizá patrimonializada por otras intenciones no precisamente inéditas en nuestra reciente historia, ni tan inócuas a la hora de suponernos esperanzas de futuro en un mundo mejor.
 
   Según una interpretación bastante generalizada entre los politólogos, hay una ideología que surge de las profundas crisis del liberalismo tanto en el plano económico (capitalismo liberal), como en el político (estado de derecho liberal), ó en el ideológico (concepción individualista del mundo), y que la generalización de los conflictos políticos y sociales, cuando estos se producen en un caldo de cultivo transnacional en el que lo patriótico se ve amenazado por lo foráneo (inmigración), deviene en determinar el surgimiento de ese tipo de ideología. Es posible, que no pocos de los indignados de hoy apoyasen un nuevo orden político (al margen de las urnas), que imprima una disciplina (sin corrupción política), asegurando una armonía (sin desestabilizaciones ante el mercado), defendiendo los derechos y la propiedad privada adquirida (derechos sociales de la burguesía), y garantizando la supervivencia del modo de producción del statu quo que nos permitió el actual walfare state (ahora jibarizado)...¿O no?.
 
   Pues bien. Kühnl nos recuerda que en Italia y Alemania, el ascenso de los nacionalsocialismos tuvo lugar cuando el capitalismo resultó incapaz de superar sus propias debilidades y contradicciones, demostrando su incapacidad para asegurar el funcionamiento adecuado de su sistema económico, y una vez que se había derrotado al movimiento obrero, claro.  Y es a este peligro al que nos referimos, y es a la ingenuidad o candidez de algunos movimientos a los que, humildemente desde aquí, intentamos advertir y llamar la atención. 
 
   Decía Trotsky que el fascismo es la alternativa política del capitalismo en épocas de crisis agudas. Al menos así fue en unos momentos de la historia de Europa cuando, además de un capitalismo en crisis, también confluyeron un vacío de la sociedad tradicional y un temor (huída) del socialismo real o utópico. 
 
   Por ello, desde el más decidido y entusiasta apoyo al movimiento 15M, con el que compartimos horas de acampada y desvelo, sólo queremos advertir que debemos poner atención y estar alertas en nuestro trabajo y en nuestras posiciones para evitar "coger atajos" que nos puedan seducir...como las sirenas a Ulises,...pero que quizá nos lleven a donde no queremos.
¿O nos tendremos que atar al mástil?    
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