jueves, 28 de julio de 2011

La mala atencion sanitaria

      Hace unos días, Julián García Vargas, ex ministro de sanidad en España (de 1986 a 1991) y actualmente presidente de la Fundación Pfizer, afirmaba que "para salvar la sanidad pública y preservar un mínimo de calidad, había que reducir prestaciones..." ....(??)
     Ya en 1971 el profesor galés y médico generalista del NHS británico, otro Julian, éste apellidado Tudor Hart, enunció su célebre “ley de cuidados inversos”, en la que afirmaba que "la disponibilidad de una buena atención médica tiende a variar inversamente con la necesidad de la población asistida”, de manera que esta disposición era tanto mas limitada o precaria en tanto que la demanda de la población fuese mayor o indiscriminada, y añadiendo, y ahí esta la clave, que “esta relación inversa funciona de manera más acusada cuando la atención médica está más expuesta a las fuerzas del mercado, y menos cuando dicha exposición se reduce". Dicho en román paladino, esto no viene sino a expresar lo que aquel viejo adagio español sancionaba de que “la calidad está reñida con la cantidad”...y que si queremos que la calidad de la oferta empeore (y hay a quien le interesa que esto sea asi), solo tendremos que aumentar la demanda.
    En algunas zonas de nuestro país, y en León en concreto, la atención pública sanitaria que Sacyl viene prestando a los ciudadanos y ciudadanas va deteriorándose día a día, fruto, sin duda, de la deplorable gestión que se hace de los recursos humanos así como de la política sanitaria adoptada por una administración cautiva de intereses particulares, y enclavada en una cicatera y miserable política de ahorro presupuestario en el sector de los servicios publicos.
    La escasez de personal (propiciada por su fuga a otros lugares ante la ausencia de expectativas laborales) y la inexistencia de sustitución para las consultas en las que los profesionales sanitarios se ausentan por razones de enfermedad, vacaciones u otros motivos justificados, provoca que las listas de espera se alarguen escandalosamente, o que los pacientes vayan rotando por consultas ajenas, en la ansiosa búsqueda de otro profesional que le pueda atender y al que provisionalmente le han asignado, con la inevitable consecuencia de retrasos ó extravios de información clínica, análisis, pruebas diagnósticas, prescripción de medicamentos, retrasos en los imprescindibles cuidados de enfermería, etc, resultando así una itinerancia grotesca y dramática, por no decir esperpéntica, a la que se somete a estos pacientes y a sus familiares,...los cuales, por otra parte, tampoco saben ni quieren exigir mejor atención ni eficiencia ni transparencia en la gestión de su dispositivo sanitario público.
    Si a esto le añadimos la importante presión que la potente industria farmacéutica somete a los profesionales, con su permanente información sesgada sobre “nuevos y milagrosos” fármacos (que generalmente no son ni una cosa ni otra, sino tan sólo más caros), y además le sobreañadimos el interés que la iniciativa privada tiene en que la sanidad pública se colapse y sature (pues su margen de beneficios dependen de los conciertos que suscribe con la sanidad pública), todo ello conseguido a base de publicidad y consejos extemporáneos que amedrentan a la población, haciéndola más médico-dependiente y neurótica, en virtud de lo cual parece que las personas debieran acudir a su médico para cualquier vicisitud que altere su vida ordinaria y corriente, entonces, decimos, entonces nos encontraremos con la incuestionable conclusión de que la pérdida de calidad de la asistencia sanitaria pública está provocada, permitida y servida. 
    Y no hace falta ser ningun visionario para entender que esto siempre se propicia para el beneficio de algunos que “viven” de la salud y enfermedad, sin que eso equivalga, para nada, a aquello de que “la salud es lo que importa”...ni tampoco que guarde relación alguna con la verdadera salud pública individual y colectiva desde la perspectiva médico-epidemiológica y social.
    Pues naturalmente que “la salud es lo que importa”, pero resulta evidente que no a todos de la misma forma, ni para lo mismo...Pues mientras unos pretenden evitar, curar o aliviar la enfermedad, otros muchos pretenden vivir de ella...Y si para lograr esto último hay que inventarse enfermedades inexistentes, o neurotizar a la población,  pues se hace, y punto.
    A Julián García Vargas se le olvidó mencionar cómo en 2005 el sector privado de la sanidad en España facturó 22.000 millones de euros (el 2,6 del PIB, equivalente al conjunto del sector de la agricultura)...como también omitió que su empresa actual, la gigante multinacional farmacéutica Pfizer, en 2004 obtuvo en  todo el mundo unos beneficios de 53 billones de dólares (para hacernos una idea de su magnitud, debemos comparar esa cantidad con los 32 billones de euros que España recaudó en todo ese año a través del IRPF).
¿Entonces?, ¿de que estamos hablando?.....Naturalmente que “la salud es lo que importa”....a muchos....
Pero....¿no deberíamos llamarla  $alud?....
Money, money, money... 
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1 comentario:

Anónimo dijo...

Se ponen los pelos de punta!.
Más nos vale a l@s "pacientes" no enfermar, y a los sanitari@s ser pacientes...