lunes, 27 de diciembre de 2010

Haití, y su osadía imperdonable.

   En estos días en los que todo el orbe coincide en declarar la catástrofe humanitaria que está asolando a Haití, primero como consecuencia del terremoto de hace un año aproximadamante, y despues por la epidemia de cólera declarada en su territorio, y una vez que se reconoce universalmente la necesidad de cooperación internacional en favor de ese país para el que muchos auguran que están en la antesala de un desastre irrecuperable, habida cuenta la escasez de recursos naturales a la que el interés de las grandes potencias le ha conducido, sí convendría recordar algunas de éstas claves históricas que seguramente hemos olvidado (*).
   En 1803 los negros de Haití propinaron una tremenda paliza a las tropas de Napoleón Bonaparte, y Europa no perdonó jamás esta humillación infligida a la raza blanca.
   Así, Haití, y todo el mundo lo sabe, fue el primer país libre de las Américas.
   Estados Unidos había conquistado antes su independencia, pero tenía medio millón de esclavos trabajando en las plantaciones de algodón y de tabaco, y Jefferson, que era dueño de esclavos, decía que """""todos los hombres son iguales, pero también decía que los negros han sido, son y serán inferiores.
La bandera de los libres se alzó sobre las ruinas, pero la tierra haitiana había sido devastada por el monocultivo del azúcar y arrasada por las calamidades de la guerra contra Francia, hasta el punto de que una tercera parte de la población había caído en el combate.
   Entonces empezó el bloqueo. La nación recién nacida fue condenada a la soledad. Nadie le compraba, nadie le vendía, nadie la reconocía. Esto supuso, quizá, el primer caso en la historia moderna de bloqueo económico, a toda una pobleción civil, por razones políticas y coloniales.
   Estados Unidos reconoció a Haití como nación independiente, pero lo hizo sesenta años después del fin de la guerra de independencia, mientras Etienne Serres, un genio francés de la anatomía, descubría en París que los negros son primitivos porque tienen poca distancia entre el ombligo y el pene. 
  Para entonces, Haití ya estaba en manos de carniceros y dictadores militares que destinaban los famélicos recursos del país al pago de la deuda francesa, ya que Europa había impuesto a Haití la obligación de pagar a Francia una indemnización gigantesca, a modo de perdón por haber cometido el delito de la dignidad.
   Así pues, la historia del acoso contra Haití, que en nuestros días tiene dimensiones de tragedia, es también la historia del racismo colectivo en la civilización occidental.
   La osadía imperdonable que cometió Haití al declararse primer país negro independiente, hace más de doscientos años, aún no ha terminado de pagarla,...y es que quizá ya no llegue a poderla pagar nunca.

(*) Eduardo Galeano "Los pecados de Haití" (15 de enero de 2010)

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