domingo, 10 de marzo de 2013

Sanidad Pública: ¡¡No nos despistemos!!

       En estos últimos años, y en especial y de manera vertiginosa en los últimos meses, estamos asistiendo en España al desmantelamiento de la sanidad pública como consecuencia de las medidas legislativas que para la sanidad está adoptando el actual gobierno de España, siguiendo indicaciones de los grandes “popes” de la ideología neoliberal europea y mundial que arranca desde el Consenso de Washington allá por la década de los 90´. Para el común de los mortales esto puede significar la pérdida de ciertas prestaciones ante la eventualidad de la enfermedad, y el empeoramiento de ciertas condiciones en las que el ciudadano asistía al dispositivo asistencial que le debía dar respuesta a sus problemas de salud. Y sin embargo no es sólo eso,...es mucho más lo que está en juego.
     Si Lalonde afirmaba que la salud, en tanto constructo cultural, dependía de cuatro determinantes como eran la biología, el medioambiente, los estilos de vida y el propio dispositivo asistencial, parece evidente que todos ellos, con excepción de la biología, vienen supeditados de una forma u otra a posicionamientos y decisiones políticas, y entre los otros tres, ninguno con tanta evidencia como la articulación de ese dispositivo asistencial que nosotros denominamos “sistema sanitario”. Mas allá de la universalidad, equidad, gratuidad, igualdad de acceso al sistema, etc...que parecen ser las características más singulares de nuestro sistema sanitario, lo que no es frecuente alegar es que, además, una de las fortalezas de nuestro sistema, integrado en un modelo sanitario de corte progresista y progresivo, es que se convierte en un elemento de redistribuidor de la riqueza y una herramienta de primer orden para la cohesión social de la población. La cuádruple transferencia en la financiación del modelo, como es la aportación vía fiscalidad de los ricos, sanos, jóvenes y empleados, en beneficio de los mas desfavorecidos, enfermos, ancianos, y desempleados, así lo certifica.  Y es esto, precisamente ésto, lo que estamos a punto a perder.
     Resultaría ocioso a estas alturas el pretender convencer a nadie y mentir, sobre que las medidas restrictivas en materia sanitaria del gobierno Rajoy obedecen a necesidades imperiosas para la salvación y sostenibilidad del sistema sanitario, sino que, mas bien, debemos desenmascarar que estamos ante la puesta en práctica de medidas que ya estaban diseñadas desde hace años para abrir el sector sanitario al mercado y permitir el beneficio privado de particulares y de grandes multinacionales del sector, y que ahora, desahuciados del sector inmobiliario español, buscan en esta situación de crisis financiera el escenario ideal para materializarse como una auténtico proceso de deconstrucción de nuestra sanidad pública.
Dice la teoría marxiana que la diferencia del modelo capitalista, como modo de producción, respecto a otros modos de producción era que, mientras históricamente otros modos de producción encontraban su objetivo en fabricar cosas para satisfacer las necesidades humanas, o para adquirir excedentes para la nobleza, o para el sacrifico ante los dioses, por el contrario, el modo de producción capitalista encuentra su único objetivo en la producción de más y más capital, pretendiendo convertir a las personas, bienes, servicios y dinero monetario en más capital financiero y especulativo, el cual se acumula y reproduce con estrategias que aún generan más y más capital. Y es desde aquí, pienso yo, como nos dirigimos hacia el suicidio por la vía de una crisis de crecimiento capitalista insaciable e imparable.
       Por eso resulta necesario insistir en algunos conceptos básicos y fundamentales, si no queremos que la actual situación de nuestra sanidad pase a ser una realidad desgraciada e irreversible. Y esto pasa por convencernos de algunas obviedades, como por ejemplo, de que cualquier recorte ó recesión en el sistema sanitario desemboca irremediablemente en una pérdida de salud colectiva e individual; ó de que los recortes sanitarios no obedecen a la llamada “crisis”, sino que ésta es la que se constituye en pretexto para las medidas ultraliberales y privatizadoras; ó de que las consecuencias del deterioro del sistema sanitario no se ciñe al de la precariedad de un acto médico profesional concreto, sino que supone un ataque frontal al edificio social y democrático en su conjunto; y finalmente de que, en fín, los retos de futuro son la reformulación del modelo biomédico de salud en otro más humanizado y menos tecnologizado, la implantación de Educación para la Salud en todos los ámbitos y para toda la población y que, de una forma muy destacada, es imprescindible la puesta en marcha de una auténtica Participación social y comunitaria, real, ciudadana y profesional, democrática, activa, con capacidad deliberativa, y todo ello bajo la atenta mirada crítica de los ciudadanos y de los profesionales. Y no hay otra.
Bueno, sí...hay más...el recordar a los representantes políticos y a los gestores del sistema sanitario, que ni ellos son los dueños de la sanidad, ni tampoco están legitimados para decidir qué modelo de defensa y promoción de la salud debe otorgarse a sus ciudadanos y ciudadanas, pues ésto deben decidirlo ellos desde su madurez y responsabilidad democrática.


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