sábado, 2 de febrero de 2013

¿Algunas reflexiones ante la verdadera Transición?

      Es verdad. La situación es delicada, y la credibilidad de los ciudadanos en las instituciones está bajo mínimos. Más allá de hacer valoraciones teóricas en materia de politología e imputaciones al modelo capitalista, que nunca está de más, y sin hacer exageraciones, podríamos afirmar que nunca, desde 1975, se había palpado en la calle tanta incertidumbre y tanta sensación de inseguridad. Y no son los partidos políticos los culpables, pues la corrupción no la cometen entes abstractos ni estructuras inanimadas, sino que los corruptos son las personas que militan en esos partidos políticos, con sus vicios, sus concesiones, sus abusos, sus prebendas y con su capacidad de legislar en beneficio propio. Que esto esté vinculado a la permanente desigualdad y lucha de clases, y al modelo hegemónico de explotación capitalista, es evidente.
La diferencia entre aquellos días y hoy está en que entonces, entre 1975 y 1978, había miedo, pero también había arrojo, ilusión y esperanza, mientras que ahora lo que tenemos es temor al vacío, hastío, desidia y desamor hacia nuestro modelo político y de convivencia. Hoy, más que entonces, necesitamos la participación ciudadana de una sociedad formada e informada, pero también necesitamos un Poder Judicial independiente (en la línea del más genuino Montesquieu) y un poder judicial fuerte, transparente, sin ataduras ni servidumbres.
No en balde podríamos pensar que estamos asistiendo a los últimos estertores de una clase de estilo de entender la cosa pública, de una forma de concebir las antiguas plutocracias del tardofranquismo, y de una forma de aplicar viejos usos propios de muchos de nuestros políticos que, no olvidemos, son descendientes y herederos directos de figuras destacadas de los gobiernos franquistas; todo ello nos conduce a creer que estamos asistiendo al comienzo del final de un ciclo, y que precisamente por eso, quizá estemos asistiendo a la gestación de la “segunda” transición ó, como prefieren decir algunos, estamos ante la verdadera y nunca acometida Transición Española, pues en realidad, lo habido hasta aquí no era sino un puro continuismo camuflado. Nos merecemos mejor suerte, pero para ello precisamos mantener la cabeza fría y demostrar la valentía necesaria.

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