Desde hace años, en España, veníamos sacando pecho proclamando a voces que nuestro sistema sanitario público era de los mejores del mundo, sino el mejor. Esta afirmación se argumentaba por el reconocimiento de esas virtudes y fortalezas de nuestra sanidad pública, como eran su gratuidad, su universalidad, su equidad, y todo ello siempre ofertando un amplio catálogo de prestaciones tecnológicas, asistenciales y farmacológicas, así como una muy considerable calidad asistencial.
Hoy día, y especialmente en los últimos quince años, la errónea política sanitaria de nuestros sucesivos y alternantes gobiernos de la nación (PP-PSOE), así como las frivolidades de muchos gobiernos de CCAA, especialmente a partir de las transferencias del desaparecido Insalud , han procurado un escenario deteriorado y precario de nuestra sanidad, la cual, víctima de tentaciones y medidas semiprivatizadoras, de sumisión ante la voracidad de la industria farmacéutica, y de políticas de concertación con el sector privado, está cayendo a cotas verdaderamente preocupantes.
De las mencionadas virtudes y fortalezas que nuestro sistema sanitario ofrecía, podemos afirmar que sólo la universalidad se conserva, pues el sistema aún es capaz de atender a toda persona residente en nuestro territorio. Pero, por el contrario, ya no existe gratuidad verdadera pues el usuario debe costear hoy de forma directa o indirecta muchas de las prestaciones que recibe; tampoco existe equidad, pues según en qué CCAA resida el usuario, éste percibe unas determinadas prestaciones y no otras; el catálogo de prestaciones se ha reducido de forma alarmante como es el caso de la desaparecida revisión ginecológica, por ejemplo; las prestaciones farmacéuticas se hayan preñadas de intereses comerciales y no todas son tan eficaces y aconsejables como los laboratorios sugieren; y la calidad asistencial brilla por su ausencia si tenemos en cuenta que las consultas de atención primaria tienen agendas de más de 40 pacientes por día y se reducen a 5 minutos por paciente, que las consultas derivadas a especialistas pueden tener demoras de hasta 3 meses, que las intervenciones quirúrgicas pueden llevar 1 año de demora, y que ciertas pruebas diagnósticas como las RNM y las ecocardiografías sobrepasan los 3 meses de espera.
No puede considerarse eficaz ni eficiente aquel dispositivo asistencial estatal que, aún reportando elementos de conquista social como la gratuidad, la universalidad, y la equidad en el acceso, no pueda garantizar que esos elementos se vean implementados en unas mínimas coordenadas concretas de tiempo y lugar. O dicho de otro modo, de nada nos servirá el conseguir gratuidad, universalidad y equidad, si éstos no se ofrecen en un marco geográfico más o menos próximo, ó en un contexto tiempo aceptable. Imaginemos, por ejemplo, que conseguimos un dispositivo asistencial sanitario público para los ciudadanos y ciudadanas de Logroño, en virtud del cual todos estos ciudadanos pudieran disfrutar de gratuidad, universalidad y equidad en el acceso a ese dispositivo,...pero en centros sanitarios de Talavera de la Reina (Toledo), y para unas fechas datadas en torno al 2014. Así las cosas, ¿sería éste un dispositivo eficaz y eficiente, aunque fuese universal, gratuito y equitativo?...
Los ciudadanos/as españoles no están siendo conscientes de la lenta pero progresiva privatización de "su sanidad pública", como tampoco de la cada día más notoria implantación de la sanidad privada a través de mutuas, seguros y clínicas privadas, las cuales proliferan y nacen al amparo del deterioro que, previa e instrumentalmente, se está provocando en la sanidad pública. Ni los tan mencionados "mercados" ahora ya instalados en el sector servicios (sanitarios en concreto), ni los políticos con amistades "clave" en el sector sanitario, ni los gerentes y responsables de la gestión sanitaria que siempre tendrán algún conocido en el sector, ni los propios profesionales sanitarios que acuden al sistema por la puerta de atrás y en algunos casos tienen también intereses simultáneos en el sector privado, y ni el resto de la ciudadanía, que se encuentra aquejada de una miopía sociopolítica galopante,...nadie, nadie, nadie defiende a la sanidad pública española.
Y si no somos capaces de invertir la tendencia actual, que camina hacia la debacle exterminadora de la sanidad pública, es seguro que de aquí a unos pocos años ésta habrá desaparecido, y que al igual que ocurre hoy en los EEUU, las clases medioaltas tendrán sus seguros privados, y las clases más desfavorecidas se deberán resignar a acudir a un modelo sanitario decrépito, peupérrimo, y carente de garantías, como lo fué en España la antigua Beneficencia.
Porque ahora, la concurrencia de la actual crisis global, económica, financiera, social, alimentaria, etc, y el consecuente adelgazamiento del estado de bienestar, contribuirá a que este infausto panorama se consolide y acelere, y a que la sociedad comprenda y contemple como "lógico" lo que, sin serlo, nos quieren vender...
Hoy día, y especialmente en los últimos quince años, la errónea política sanitaria de nuestros sucesivos y alternantes gobiernos de la nación (PP-PSOE), así como las frivolidades de muchos gobiernos de CCAA, especialmente a partir de las transferencias del desaparecido Insalud , han procurado un escenario deteriorado y precario de nuestra sanidad, la cual, víctima de tentaciones y medidas semiprivatizadoras, de sumisión ante la voracidad de la industria farmacéutica, y de políticas de concertación con el sector privado, está cayendo a cotas verdaderamente preocupantes.
De las mencionadas virtudes y fortalezas que nuestro sistema sanitario ofrecía, podemos afirmar que sólo la universalidad se conserva, pues el sistema aún es capaz de atender a toda persona residente en nuestro territorio. Pero, por el contrario, ya no existe gratuidad verdadera pues el usuario debe costear hoy de forma directa o indirecta muchas de las prestaciones que recibe; tampoco existe equidad, pues según en qué CCAA resida el usuario, éste percibe unas determinadas prestaciones y no otras; el catálogo de prestaciones se ha reducido de forma alarmante como es el caso de la desaparecida revisión ginecológica, por ejemplo; las prestaciones farmacéuticas se hayan preñadas de intereses comerciales y no todas son tan eficaces y aconsejables como los laboratorios sugieren; y la calidad asistencial brilla por su ausencia si tenemos en cuenta que las consultas de atención primaria tienen agendas de más de 40 pacientes por día y se reducen a 5 minutos por paciente, que las consultas derivadas a especialistas pueden tener demoras de hasta 3 meses, que las intervenciones quirúrgicas pueden llevar 1 año de demora, y que ciertas pruebas diagnósticas como las RNM y las ecocardiografías sobrepasan los 3 meses de espera.
No puede considerarse eficaz ni eficiente aquel dispositivo asistencial estatal que, aún reportando elementos de conquista social como la gratuidad, la universalidad, y la equidad en el acceso, no pueda garantizar que esos elementos se vean implementados en unas mínimas coordenadas concretas de tiempo y lugar. O dicho de otro modo, de nada nos servirá el conseguir gratuidad, universalidad y equidad, si éstos no se ofrecen en un marco geográfico más o menos próximo, ó en un contexto tiempo aceptable. Imaginemos, por ejemplo, que conseguimos un dispositivo asistencial sanitario público para los ciudadanos y ciudadanas de Logroño, en virtud del cual todos estos ciudadanos pudieran disfrutar de gratuidad, universalidad y equidad en el acceso a ese dispositivo,...pero en centros sanitarios de Talavera de la Reina (Toledo), y para unas fechas datadas en torno al 2014. Así las cosas, ¿sería éste un dispositivo eficaz y eficiente, aunque fuese universal, gratuito y equitativo?...
Los ciudadanos/as españoles no están siendo conscientes de la lenta pero progresiva privatización de "su sanidad pública", como tampoco de la cada día más notoria implantación de la sanidad privada a través de mutuas, seguros y clínicas privadas, las cuales proliferan y nacen al amparo del deterioro que, previa e instrumentalmente, se está provocando en la sanidad pública. Ni los tan mencionados "mercados" ahora ya instalados en el sector servicios (sanitarios en concreto), ni los políticos con amistades "clave" en el sector sanitario, ni los gerentes y responsables de la gestión sanitaria que siempre tendrán algún conocido en el sector, ni los propios profesionales sanitarios que acuden al sistema por la puerta de atrás y en algunos casos tienen también intereses simultáneos en el sector privado, y ni el resto de la ciudadanía, que se encuentra aquejada de una miopía sociopolítica galopante,...nadie, nadie, nadie defiende a la sanidad pública española.
Y si no somos capaces de invertir la tendencia actual, que camina hacia la debacle exterminadora de la sanidad pública, es seguro que de aquí a unos pocos años ésta habrá desaparecido, y que al igual que ocurre hoy en los EEUU, las clases medioaltas tendrán sus seguros privados, y las clases más desfavorecidas se deberán resignar a acudir a un modelo sanitario decrépito, peupérrimo, y carente de garantías, como lo fué en España la antigua Beneficencia.
Porque ahora, la concurrencia de la actual crisis global, económica, financiera, social, alimentaria, etc, y el consecuente adelgazamiento del estado de bienestar, contribuirá a que este infausto panorama se consolide y acelere, y a que la sociedad comprenda y contemple como "lógico" lo que, sin serlo, nos quieren vender...
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