Hoy en España se celebra el trigésimo segundo aniversario de la ratificación del pueblo español en el referendum de la Constitución Española de 1978. Existen motivos de jolgorio para muchos ciudadanos y ciudadanas, porque aquella fecha simbolizó el cierre de una etapa dictatorial que ya duraba cuarenta y dos años, y para otros ésta celebración sugiere la necesidad de replantearse algunas cuestiones que por imperativo del tiempo parece que deberían reformularse o corregirse. Según cual sea el perfil ideológico de los consultados, unos pensarán que se debería abordar el asunto de la territorialidad por CCAA con un retorno al centralismo de Estado, y otros, en cambio podrán sugerir la necesidad de reconsiderar el papel de la monarquía o el modelo de proporcionalidad de las elecciones legislativas. Pero lo que nadie cuestiona es que en el mundo de los movimientos sociales y políticos no sólo no hay nada inmutable, sino que, por el contrario, todo es modificable, alternativo y evolutivo, y así viene siendo desde los albores de la presencia del ser humano en el mundo. La historia del grupo humano está forjada a base de cambios en sus modelos sociales, culturales, ideológicos, religiosos, organizativos y económicos, así como en función de aspectos climáticos, medioambientales y de recursos naturales. Muy atrás quedaron ya las ciudades-estado, el nomadismo tribal migratorio, el feudalismo, los grandes imperios, las revoluciones científica, industrial y cultural, la masiva colonización, los totalitarismos, ó la consolidación del capitalismo con los consecuentes análisis marxianos,... pero en cambio, poco o nada se ha avanzado en términos de igualdad, justicia y equidad en derechos humanos para todo el planeta, más allá de la simple declaración universal de 1948. Hoy el mundo sigue en manos de los intereses espúrios del neoliberalismo económico, y continúa siendo un escenario muy asimétrico, con profundas desigualdades, hambrunas, carencias de salud pública, conflictos bélicos en la búsqueda de hegemonías económicas y de recursos, y confrontaciones culturales anacrónicas que desenfundan las cartucheras de los terribles fundamentalismos religiosos. Mientras, la utopía de la izquierda sigue esperando su turno, y la aporía amenaza a los pensadores e intelectuales de todo el mundo que, salvo excepciones en América latina, parece que tiene amordazada a la vieja Europa.
Por ello puede ser una muy buena noticia cómo el Partido de la Izquierda Europea, coalición formada por los Verdes nórdicos y las fuerzas situadas a la izquierda de los socialdemócratas en toda Europa, se reunió en París hace un par de días para aprobar el lanzamiento del proyecto ¡Transform Europe!.
Con él se proponen lanzar una campaña de recogida de un millón de firmas de europeos para ejercer por primera vez el derecho a la iniciativa legislativa popular y cambiar las actuales orientaciones del euro y del Banco Central Europeo (BCE), juzgados responsables de la crisis y de la destrucción de derechos sociales.
Despues de cuatro días de congreso, los más de 25 partidos o coaliciones de izquierda europeos reunidos (entre ellos los españoles Izquierda Unida, PCE, Esquerra Unida i Alternativa, e Iniciativa per Catalunya) votaron el nombramiento de su nuevo presidente confederal europeo, cargo que recayó en Pierre Laurent, número uno del Partido Comunista Francés...Esta iniciativa popular legislativa europea podrá ser fundamental, porque las políticas de austeridad y el rol del BCE, del Consejo Europeo y de la Comisión Europea, están demostrando ser catastróficos para los europeos, explicándose así la creciente crispación social observada en Grecia, Irlanda, Portugal, España, Italia o Francia.
Con el millón de firmas en al menos nueve países de la UE, que van a ser recogidas en una campaña pública, mientras las comisiones del Partido de la Izquierda Europea afinan sus propuestas para otro euro y otro BCE, los alterglobalistas pretenden cambiar los términos del debate político europeo actual.
La izquierda europea actuará sobre varios ejes: poner el euro al servicio de la creación de empleo; modificar los estatutos del BCE; abandonar el fondo de estabilidad financiera de la UE actual; crear un Fondo de Desarrollo Social Europeo e imponer una tasa a las transacciones financieras, siguiendo quizá las propuestas de la tasa Tobin o las recomendaciones del colectivo ATTAC.
El espíritu internacionalista de estos grupos políticos les animó a pronunciarse sobre la actualidad de otros lugares, y así, los partidos de izquierda europeos votaron una resolución de solidaridad con el pueblo saharaui, exigiendo la paz y el llevar a buen puerto el inacabado proceso de descolonización.
Por lo tanto, es posible que algo se empiece a mover, y que así como sigue siendo una esperanza el Foro Social Mundial a partir de Porto Alegre, o lo fué el movimiento de Seattle en EEUU, también en la vieja Europa comencemos a desperezarnos...porque siempre nos quedará París
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