Los vientos de crisis global que azotan a toda Europa (a España en particular, también por razones domésticas) y que vienen propiciando la pérdida de las conquistas sociales adquiridas durante el último siglo y medio, y disfrutadas especialmente durante esa pequeña “edad de oro” de 1947 a 1973 según Hobsbawm, parece que tienen como objetivo el cambiar el orden social conocido por las últimas dos generaciones, y por ello empeñarse en promover la descomposición del estado garante de derechos ciudadanos para con ello dar juego y réditos al capital privado y a los mercados financieros de perfil especulativo, retornando a escenarios de desigualdad social más propios de épocas decimonónicas.
Entre estos derechos en peligro de extinción se encuentra el del acceso a una sanidad gratuita, equitativa, de calidad y universal, una sanidad que, al menos para el ámbito de la atención primaria, fue diseñada por la OMS en 1978 en la Conferencia de Kazajistán (antigua URSS), y que garantizaba un modelo de servicios sanitarios integrales, participativos e interdisciplinares, directamente imbricados en el entorno social, laboral, familiar y medioambiental del individuo y de la colectividad.
Pero mas allá de otras reflexiones más abstractas y genéricas, y centrándonos en nuestro mundo sanitario, sí parece evidente que esta situación de crisis de modelo está poniendo sobre el papel, al menos, dos realidades meridianas:
1ª.- Una constatación de la escasa y tibia apuesta histórica de los gobiernos españoles por fomentar y dinamizar la intervención sociosanitaria en la salud de los ciudadanos y ciudadanas.
2ª.- El sublime ejercicio de voracidad privatizadora de estos gobiernos neoliberales en su ansia por estrechar el Estado en beneficio de la rentabilidad privada, y que en ningún caso repara en respetar la consecuente pérdida de atención sanitaria y sociosanitaria de los más desfavorecidos, en concreto, de los ancianos, de los menores en dificultades, de los discapacitados, y de aquellas personas en riesgo de exclusión social.
Es por todo esto que ahora más que nunca deberíamos reflexionar sobre la necesidad de revitalizar el aspecto sociosanitario de nuestro trabajo en atención primaria, y obviamente dentro de la sanidad pública, dado que fuera del sector sanitario público, es decir, en la sanidad privada, “hace mucho frío” y no existe nada que pueda identificarse con la atención primaria de salud.
La defensa de la salud integral que se hace desde la atención primaria incorpora elementos conceptuales que abren el campo de actuación de la intervención (socio)comunitaria y, por ende, a los aspectos sociales que intervienen en el acceso a los servicios sanitarios o que, lo que es mas importante, determinan el nivel de salud de cada persona y del colectivo (comunidad) en su conjunto.
Los principios sobre los que se edificó el nuevo modelo de atención primaria contenían desafíos en el campo de la intervención comunitaria (y el propio nombre de la especialidad de “medicina familiar y comunitaria” así lo explicita) y no puede contemplarse esta atención sólo desde el punto de vista epidemiológico biologicista ó de la salud pública en sus clásicos términos microbiológicos, infecciosos ó transmisibles, sino, además, también desde una óptica en la que se consideran los factores del entorno social (laboral, familiar, económico, ecológico y político en suma) que van a modificar en uno u otro sentido el estado de salud bio-psico-físico-social del indivíduo y de la comunidad en la que se halla inmerso.
La formación pregrado de los alumnos y alumnas de medicina y enfermería carece en sus respectivas síntesis currículares de contenidos disciplinares relacionados con el entorno social que afecta a la salud de las personas, pero es que, posteriormente, y ya en la formación postgrado que reciben los profesionales, y saturada como está de contenidos técnicos abrumadores ante el avance y seducción del progreso tecnológico-científio, no parece que en sus diseños formativos se contemplen otros aspectos que no sean los estrictamente biológico-asistencialistas y medicocéntricos
“Y sin embargo se mueve”, como diría Galileo, es decir, y sin embargo lo social se encuentra tan imbricado en lo sanitario que no sólo sería oportuno y necesario que esa visión se impartiese en las disciplinas formativas, sino que hoy, quizá más que nunca desde Alma-Atá, esa parcela de nuestro ámbito profesional se nos hace sumamente imprescindible si aspiramos a ofrecer una respuesta integral a los ciudadanos y ciudadanas de nuestro entorno en estos momentos.
(Continúa)
Fuente.- Alberto del Pozo Robles (Publicado en la revista "Cuaderno de Política Sanitaria")
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