Ver publicadas las fotos de Garzón, el culpable juez prevaricador, y de Camps, el inocente y honesto hombre público, juntas una al lado de la otra, con sus respectivas y contrapuestas expresiones, contrastadas como si fuesen la pareja blanco sobre negro, o mejor, la versión grave y sardónica de una macabra broma para una noche de orgía en la húmeda oscuridad de Zamarramala, es como para echarse a temblar...pero a temblar de lo que nos van a deparar las personas que deben tomar las decisiones más trascendentales para el devenir de nuestro pueblo.
Esta tarde paseaba por un parque junto a un colegio, y ví salir a los niños a jugar, traviesos, alegres, bulliciosos, encandilados por el afán de libertad física, rotas ya las ataduras de una disciplina académica cada vez más desnortada y trasnochada, y me dan pena, mucha pena, pena de lo que sus mayores les vamos a legar como país, y como estado.
Puede que exista una explicación técnica...yo no soy jurista,...pero no existe ninguna consideración ética ni moral que justifique lo que España acaba de hacer con el juez Garzón.
En el escenario internacional estamos marcando un hito difícil de igualar por ningún otro país de nuestro entorno, salvedad hecha de aquellos otros considerados aún en el estadío más tribal de esa carrera hacia su incorporación al grupo de los llamados democracias occidentales, aunque fuese dicho por Linz. Y ese hito es el de, a estas alturas de la película, y habiendo ya superado la Primera Guerra Mundial y la caída de los grandes imperios europeos, intentar aparentar ser un estado moderno y democrático, fiel a su estado de derecho y a los planteamientos de Montesquieu, cuando en realidad estamos ofreciendo argumentos para que el resto del mundo nos compadezca y nos tome a risa, consolidándose así la idea ya preconcebida de que somos una democracia de cartón piedra, dimanada de una transición fictícia, construida sobre un estado dictatorial aún sin abolir ni censurar, en el que aún nos gobiernan el clero, los militares y las clases oligarquicas de siempre, y ahora, además, amparados por un modelo judicial que se supedita a los intereses feudales de los que son más fuertes e influyentes, los mismos que continúan heredando sus privilegios en tanto son descendientes de la estirpe de los ganadores del 18 de julio, es decir, de los continuadores de la política de castas.
No tuvimos ninguna revolución como la francesa, ni nos permeó la posterior revolución industrial, nos defendimos del modernismo napoleónico optando por el absolutismo borbón, no participamos en la Primera Gran Guerra, y nos declaramos neutrales (a pesar del entreguismo ciego con el nazismo) en la Segunda, padeciendo luego durante décadas el secuestro de la cultura, de la libertad de expresión y asociación, y del libre ejercicio de la voluntad de elección, todo ello correctamente bautizado, y con nuestros líderes bajo palio. Nunca condenamos al franquismo como los alemanes, italianos y franceses hicieron con Hitler, Petain ó Mussolini. Y quizá éste es el resultado.
Lo dicho, de risa...para el resto del mundo. Es para sentir vergüenza ajena.
Es posible que esa que se ha llamado la “lucha de clases”, esa que últimamente han denostado tanto hasta el punto de querer que parezca algo caduco, pues bién, esa lucha parece que no sólo sigue estando vigente, sino que se amplía y extiende fuera de los extramuros del estricto marco de la relación entre los propietarios de los medios de producción por un lado, y la fuerza del trabajo por otro, alcanzando de lleno la esfera del estado de derecho y la salvaguarda de los verdaderos cimientos de la auténtica democracia como pilar fundamental de la convivencia en paz y del desarrollo de todo ser humano. Esa lucha de clases aún está vigente, adaptada a nuestro tiempo, pero vigente. Y quienes no lo vean así es que están ya abducidos por el esclavismo intelectual, moral e ideológico al que nos han venido sometiendo desde hace siglos.
¡¡Que pena me dan nuestros niños...!!
2 comentarios:
Garzón está acabado, ahora toca a guiñoles de Canal+ de Francia.un abrazo
Claro, amigo...Y que no se nos ocurra pensar aquí, en España, en hacer guiñoles con la sección femenina del PP, Cospedal, Botella, Aguirre ó Saez de Santamaría. Pues acabaríamos ante el ecuánime Tribunal Supremo, por lo menos...y sin tribunal popular, que tan buen resultado le ha dado a Camps...
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