No es un periódico perfecto, porque quizá nunca haya habido ni habrá un periódico perfecto, como tampoco puede categorizarse de perfecto todo lo que se somete al juicio de las ideas y de las perspectivas individuales siempre subjetivas, mas allá, obviamente, de la simple narración de hechos neutros ó de naturaleza desideologizada (si es que estos existen), pero no puede discutirse que el diario Público ha venido ocupando un espacio en el abanico mediático de la prensa escrita actual de España que no era del dominio de ningún grupo de presión política al uso, y sí, por el contrario, ese espacio que esperaba con los brazos abiertos una interpretación y difusión de la realidad más acorde con eso que sociológicamente se ha llamado la izquierda real y plural española, defensora del medioambiente, crítico con determinadas instituciones como la monarquía o el clero, y especialmente sensible a aspectos relacionados con la mujer en la lucha por la igualdad de género, con la situación del fenómeno de la inmigración, ó respecto a la manifiesta y escasa calidad democrática de nuestro país.
No ha sido así siempre, pero la línea editorial defendida en Público, y el compromiso y posicionamiento de la mayoría de sus articulistas y colaboradores, se ha ubicado en ocasiones y muy habitualmente en una línea fronteriza con lo irreverente, con lo políticamente incorrecto e incluso, a veces, con el papel transgresor de una forma libre y fresca de entender el periodismo. Y muchos lo agradecemos, al menos hoy por hoy pues como ya sabemos que nada es inmutable, tampoco podemos garantizar que la línea editorial del diario vaya a ser siempre del agrado de determinadas opiniones, y por lo tanto, que lo defendido ahora no vaya a ser controvertido y contestado mañana.
Pero al menos hoy, por todo esto y porque entiendo que la desaparición de este diario sería una mala noticia para todos los que buscamos un medio de comunicación menos dependiente y cautivo de la rentabilidad económica, desligado de las fuerzas fácticas fomentadoras del pensamiento único en ese servilismo al que nos acostumbran la totalidad del resto de los medios españoles, es por lo que bien merece la pena que desde aquí hagamos un llamamiento a ese elevado número de lectores que entra a diario en su edición digital, para sugerirles que se transformen en lectores del formato papel, o dicho de otra forma, para que adquieran y compren a diario el periódico en su kiosko habitual o se suscriban a él.
No se trata tanto de contribuir a conservar el empleo a unos profesionales, pues esto sería una batalla interminable y hercúlea si en justicia la quisiéramos hacer extensiva al resto de sectores en dificultades, ni se trata tampoco de evitar las posibles penurias económicas de unas familias, que para eso existen otras iniciativas, como tampoco se trata de hacerle el caldo gordo a un grupo como Mediapro, que ni lo necesita ni es mi estilo ni mi objetivo el apoyar o defender a grupos de empresa, sino que sólo se trata de intentar apuntalar el mantenimiento y la forma de hacer periodismo desde esos parámetros que hemos comentado antes, y de ofrecer a un segmento de un público concreto una defensa de determinados valores y puntos de vista que, desgraciadamente, brillan por su ausencia en el resto de los medios de comunicación.
El diario Público no es perfecto, obviamente, pero en estos actuales momentos de dificultad y zozobra por un incierto y desconsolado futuro para unas generaciones adiestradas y adoctrinadas en la mediocridad informativa, en los que el discurso ultraliberal y reaccionario parece que se adueña del instrumento mediático, Público es absolutamente necesario hoy, y aquí. Y desde este humilde blog, no quiero eludir el compromiso de dar mi opinión y aportar mi pequeña contribución para que la continuidad de este medio se consolide.
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